Nosotros, hombres y mujeres que luchamos por la palabra cuando la dictadura nos forzó al silencio, y por la opinión crítica durante la transición democrática, cuando grupos autoritarios pretenden engañar a la opinión pública con campañas mediáticas, no podemos tolerar en silencio los sórdidos embates que el gobierno recibe cotidianamente de los grupos más retrógrados o corruptos -o ambos al mismo tiempo- del país.
Desde nuestras diversas posiciones doctrinarias y con énfasis diferentes, testimoniamos con esperanza:
a) el salto histórico que significa para el Paraguay la primera alternancia política en el gobierno, por la voluntad popular libremente expresada en las urnas.
b) la dedicación e idoneidad, patriotismo y honestidad de los miembros -hombres y mujeres- de este gabinete del Ejecutivo, uno de los mejores que nuestro país tuvo en un largo tiempo de infortunio.
c) los inéditos esfuerzos emprendidos hoy por el Estado para garantizar derechos y oportunidades a los sectores pobres y excluidos de nuestra sociedad, y salvar las graves desigualdades acumuladas en el pasado.
Reconocer lo anterior no significa ignorar los errores y desprolijidades de ciertos actos del gobierno, ni aprobar la insuficiencia o lentitud con que se enfrentan algunas reformas mayoritariamente demandadas en las elecciones del año pasado.
En concordancia con las malas prácticas del viejo país, era previsible la oposición intransigente de los partidos que gobernaron el Paraguay durante la dictadura y la transición, y de los sectores ilegalmente privilegiados con sus políticas. Son resabios de la barbarie que marcó tan duramente nuestro pasado político. Pero instalar en forma permanente y con cualquier excusa, la amenaza de golpe eleva la incertidumbre y la angustia social hasta límites extremos. La irresponsabilidad política es aún más alevosa en la coyuntura actual, en la que rescatar con vida a un compatriota víctima de un criminal secuestro y castigar severamente a sus captores, demanda gobernabilidad y consenso entre los poderes del Estado.
Por eso, nos resulta intolerable que el futuro de nuestra democracia esté siendo jaqueado y ofertado al mejor postor por algunos parlamentarios de la Alianza, cuyo vocero Jaeggli se vanagloria de un plan para derrocar al gobierno antes de seis meses y de los instrumentos para maniatarlo, negándole fondos de inversión social desde de la Comisión Bicameral de Presupuesto. Es una expresión obscena de barbarie política, que desprestigia y socava la institucionalidad republicana.
Resultaría vano exigirle a este senador -dada su trayectoria- que renuncie a promover el caos institucional y la anarquía en el país, pero sí consideramos lícito preguntarnos quién asume la responsabilidad política de esta campaña desestabilizadora que empantana al país y degrada su imagen internacional. ¿Dejará impune el PLRA la traición de quien deshonra desvergonzadamente su bancada, amenazando “tumbar” al gobierno que su partido integra?
Con la oportunidad histórica de profundizar y legitimar la democracia que tanto esfuerzo nos cuesta construir, rechazamos decididamente cualquier intento de ruptura por vía de campañas desestabilizadoras o golpes parlamentarios. Hemos abierto, finalmente, un camino para crecer en paz, con libertad e igualdad, como sociedad y como Estado. Aún debemos debatir informada y civilizadamente los logros y falencias de este nuevo caminar preñado de obstáculos, apoyar los esfuerzos que hace el gobierno pese a los lastres de la burocracia estatal, incidir activamente en la corrección de sus falencias y aportar a la enmienda de errores que abundan.
Al reivindicar el imperio de la ley sobre el arbitrio de los poderosos y de la democracia sobre la barbarie, alertamos a la ciudadanía contra los oscuros pregoneros de catástrofes, que aún ven al Paraguay como el coto privado de su depredación. Para lograr un Estado más moderno e incluyente, exigimos que no se nos niegue -una vez más- esta oportunidad de construir la convivencia civilizada y humana que queremos para nosotros y para las generaciones venideras.